Fascinante... es el adjetivo que viene a nuestra mente cuando tratamos de resumir la ciudad de Córdoba en una sola palabra y es que la historia que hay detrás de cada monumento de la capital nos habla de un pasado multicultural que hicieron de la provincia de Córdoba un laberinto de pueblos blancos enclavados en el borde mismo de parques naturales y hondonadas que se asoman triunfantes sobre la Vega del Guadalquivir. Desde aquí queremos destacar algunos de ellos, ¡y recuerda que puedes comentar y proponernos muchos más!
Tal vez hayas venido en alguna ocasión a Zuheros a disfrutar de su afamado queso de cabra. Si en esa ocasión te perdiste un buen paseo por esta bella localidad de estrechísimas callejuelas clavadas en un cerro en la sierra cordobesa, no dejes de admirar el centro histórico (Bien de Interés Cultural), el Castillo o la Cueva de los Murciélagos.
Más callecitas blancas de origen nazarí y judío para el precioso barrio de La Villa de Priego. Conocida como la “ciudad del agua”, esta barroca localidad esconde una joya en forma de la “Fuente del Rey”, con nada menos que 139 caños de caída de agua.
Y si el barrio de la Villa de Priego es espectacular, el del Cerro de Cabra no desmerece. Olor a flores, aceite y tejas medievales para una localidad cuyos vestigios romanos son el orgullo de todos los egabrenses. Tienes aquí además el Palacio de los Condes de Cabra o la casa del novelista Juan Valera.
Sumergirse en las Sierras Subbéticas es hablar del encinar, del olivar, del quejigal y de campiña serrana que ondula entre corrientes de agua. En este auténtico vergel encontrarás Iznájar y su castillo dominando un espectacular embalse sobre el río Genil. Desde el altozano, Iznájar te regala cuestas donde asoman las casitas andaluzas con más encanto que se puedan fotografiar.
En pocas palabras, Almedinilla es pasado histórico vivo tanto por su poblado ibérico llamado “EL Cerro de la Cruz” como por su villa romana conocida como “El Ruedo”. Por lo demás… ¡has acertado! Callecitas empinadas que suben sinuosas por un cerro de la Sierra de Albayate y que te invitan al descanso tras la visita por ejemplo al manantial del “Salto del caballo”.
Conoces su vino tal vez por la conocida Ruta de Lagares, en la Sierra de Montilla, pero tal vez desconozcas que aquí están los restos de San Juan de Ávila, quien frecuentó este mágico lugar y tal vez halló en él la paz y profundidad espiritual que tanto necesitaba…
En el cerro de Masatrigo descubrimos otro blanquísimo municipio de claro pasado romano –la localidad era conocida como Mellaria (de mel-is, miel– y que sin duda conoces gracias al gran Lope de Vega, quien ambientó aquí su inmortal “Fuenteovejuna”. En su honor y sin fallar uno se representa cada año en la plaza dedicada al Fénix esta obra cumbre de las letras hispanas.
Pero si hay un pueblo que asoma orgulloso entre los cerros y barrancos de Sierra Morena ese es Hornachuelos, soberbio municipio donde, aparte de a cazar –y comer caza, claro está– se viene a disfrutar de la cal de sus muros, de sus vistas sobre el Parque Natural Sierra de Hornachuelos o de una visita a la versallesca finca Moratalla. Ni el mismísimo Alfonso XIII supo resistirse…
Poco más vamos a poder decir nosotros de una ciudad que creció al abrigo de uno de los castillos mejor conservados de la península y desde cuya Torre del Homenaje (¿sabías que en ella nombraron a Pedro I, El Cruel?) podrás tener una impresionante panorámica sobre el Valle del Guadalquivir.
Desde Galicia llegaron un buen día los Sotomayor para levantar un castillo de casi 50 metros de alto y que hoy, igual que el nombre de la localidad, habla de historia por los cuatro costados. No te pierdas las albercas ni la Fuente del Pilar, ¡creerás que estás de viaje por el pasado!
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